sábado, 1 de agosto de 2009

"Una ayuda"

En los 90, en Córdoba, si caminabas por la peatonal durante el día tenias un 90% de probabilidades de encontrarte al "Una ayuda".

"Una ayuda" era el emblema y decano de los limosneros de la ciudad. Siempre en su silla de ruedas, la cual llevaba un micrófono adosado a la altura de la cara, un amplificador y un parlante en el piso. "Una ayuda" debía tener algún problema neurológico que le impedía moverse y hablar, por que siempre estaba despatarrado en su silla. Para pedir limosna, recurría al micrófono, pero lo único que emitía por este era un gutural "uuunaaaaghh agghhiiuuuudaaa". De ahí el nombre con el que se lo conoció en la "Docta".

Salvo que lloviera, era seguro que frente al extinto local de Vertice Músical (lugar preferencial de la peatonal para pedir limosna) te ibas a encontrar a "Una ayuda". Siempre estaba. Como Crónica: firme junto al pueblo. Ya como media cuadra antes sentías su lamento por el parlante "uuunaaaaghh agghhiiuuuudaaa... uuunaaaaghh agghhiiuuuudaaa..." se le sentía repetir (era lo único que se le escuchaba decir), y la gente se ve que colaboraba. Se había convertido en un ícono de la ciudad. La cañada, la catedral, la plaza San Martin, el Sorocabana y el "un ayuda" eran puntos de encuentro. En más de una oportunidad colaboré dejándole unas monedas.

Una vez estaba rindiendo un parcial de Modelos y Simulación I en la facultad, el cual era bastante complicado, estábamos todos concentrados en contestar las preguntas y no había un ruido en el aula. Cuando desde el fondo, algún desesperado emitió a viva voz un pedido de auxilio en el formato de "uuunaaaaghh agghhiiuuuudaaa" lo cual obviamente despertó la carcajada general del resto. Así de famoso era el personaje.

Pues bien, por razones laborales, durante unos meses de 1995 debí viajar a Mendoza, donde un cliente tenía una sucursal y debíamos implementarle un sistema. Ibamos con mi socio un lunes, trabajamos hasta el viernes y nos regresabamos a Córdoba. Así hice un par de viajes. Por lo general terminabamos tarde y cansados, por lo que de las oficinas de esta empresa, pasabamos por algún restaurante, cenábamos, y después derecho al hotel. Una o dos noches solamente habremos salido a tomar algo a la peatonal, lo demás era trabajo.

Cuando terminamos el trabajo, el último viernes a modo de despedida, el gerente de la sucursal Mendoza nos invitó a almorzar a un restaurante que estaba en la peatonal. Estábamos caminando por la peatonal cuando de repente sentí un sonido conocido que venía desde un parlante. Sí, adivinaste! Era el clásico "uuunaaaaghh agghhiiuuuudaaa". OMG!

El chabón estaba pidiendo limosna en la peatonal de Mendoza. Era el mismo, el mismo grito, la misma silla, los mismos parlantes, hasta la misma ropa. Su "propietario" por llamarlo de alguna forma, lo había trasladado a Mendoza, seguramente por que el negocio en Córdoba estaba flojo y había que buscar una nueva plaza para explotar.

Desde ahí, dejé de dar limosna. Años mas tarde, cuando viajaba en subte acá en Capital, otra experiencia me hizo confirmar mi decisión. Había un flaco, con cara de retardado mental, que se subía al vagón e iba dándole la mano a cada persona, lo saludaba con palabras y ademanes de un nene de 7 años de edad y le dejaba una estampita. Luego pasaba pidiendo limosna o recolectando las estampitas. Un día me bajo del subte y lo veo a este flaco en el anden contando la plata recolectada. De repente veo que saluda al guarda del último vagón con un natural "Chau fierita!" y el gesto de fierita con las manos...

Es todo un negocio.

1 comentario:

naty dijo...

y si se ha caido muy bajo... es puro negocio...