sábado, 29 de agosto de 2009

Yo eso no como

Hace varios años nos encontrábamos planificando vacaciones en noviembre, habíamos pensado en Brasil y Claudia, nuestra amiga, sobre la cual hable en "Psicosis en vivo" (http://absolutemandrin.blogspot.com/2008/12/psicosis-en-vivo_28.html), vendría con nosotros.

Buscábamos opciones en Angra dos Reis o Buzios y de repente Sergio un día me llama a la oficina y me dice que ya había encontrado las vacaciones ideales, nos íbamos de crucero. Al principio dudé, pensé que iba a ser demasiado caro, pero haciendo los números, vimos que no era tan caro, el problema era Claudia, a ella se le iba a hacer muy cuesta arriba. Analizando alternativas vimos que el tercer pasajero en el mismo camarote tenia descuento, y ella no se opuso a compartir el camarote con nosotros, cerramos la idea, reservamos y a mediados de enero estábamos viajando a Sao Paulo para embarcarnos en el Splendour of the Seas desde Santos hacia Buenos Aires.

Ya en el avión la cosa empezó a complicarse con Claudia. Era no solo su primera salida fuera del país, sino su primer viaje en avión. La mina estaba cagada en las patas. Todo el viaje de tres horas a Sao Paulo rompió las pelotas con que estaba asustada y la menor turbulencia la ponía loca, pero por ser primeriza la entendimos.

Desembarcamos en Sao Paulo y apareció un nuevo problema, el idioma. Llegué a creer que ella era el único ser humano con fobia al portugués. Le hablaban y el hecho de no entender todo lo que le decían la desencajaba, y ella, recurría a su cajita mágica, sacaba una pastillita azul o una naranja, dependiendo si estaba deprimida o eufórica y se la tomaba. Así en el trayecto del aeropuerto hasta el barco se habrá mandado dos o tres pastillitas.

La primera noche en el barco aparecieron los inconvenientes con la comida. Pidió un plato con lomo y de acuerdo a lo que dijo, "la carne tenía un gusto raro". Pidió cambiarlo. Le recomendamos el cordero o el lenguado que estábamos comiendo nosotros, pero ella nos respondió que no le gustaba ni el pescado y que el cordero solo lo comía si lo había preparado su papá. Comió pastas esa noche y casi todas las noches siguientes, salvo cuando hubo pollo. Ni carnes ni pescados comió.

A la hora de los desayunos, lo de ella era muy frugal. Si no conocía la fruta que estaba servida no se animaba a probarla. Un yoghurt, un poco de queso, pan y café con leche. Creo que hasta al jugo de naranja le había tomado idea. "No! Yo eso no como" nos contestaba cada vez que le ofrecíamos algo.

La primer escala del crucero fue en Río. Bajamos para recorrer la ciudad y cuando fuimos a almorzar a un restaurante basilero que esta en Ipanema, frente al "Garota..." Sergio se pidió patas de cangrejo, yo feijoada y ella, ante la imposibilidad de conseguir pollo, pidió una entrada como plato principal, bolinhos de queijo, que no son otra cosa que bolitas de muzarella rebozada.

Se ve que la comida la afectó y si bien llevaba con ella las pastillitas de colores, había dejado en el barco el resto del botiquín, por lo que no sabemos si inventó o realmente le dio una migraña. Chau Río. De vuelta al barco para que Claudia tome un migral y descanse.

La siguiente escala fue en Buzios, bajamos temprano a la mañana y Claudia vino con nosotros, pero poco después del almuerzo, tuvo urgencia de regresar a bordo y allá volvimos con ella. A la noche, Sergio y yo le dijimos que volvíamos a Buzios por nuestra cuenta y la dejamos descansar con sus pastillitas en el camarote.

La tercera escala no pudo ser. Por mal clima, se hacia peligroso desembarcar en Ilha Bella, así que nos quedamos en alta mar. Esto puso a Claudia de peor humor, puteaba por haberse perdido una escala. Estaba totalmente loca. Si cada vez que bajaba del barco se desesperaba por volver. Al sentirla quejarse por haber perdido la escala hasta llegué a imaginarme que de alguna forma estaba disfrutando del viaje verdaderamente, pero no. Era todo fingido, requería quejarse de algo.

La última escala antes de llegar a Buenos Aires fue Punta del Este. Acá estaba alegre por que ya no se hablaba portugués, pero para variar, jodió para regresar a la seguridad del barco a la hora y media de bajar.

Para culminar con un broche de oro, la última noche fue la de su cumpleaños. Le avisamos a los mozos y estos trajeron una pequeña torta y le cantaron el Feliz Cumpleaños. Luego del brindis con nosotros nos agradeció por las vacaciones más maravillosas que alguna vez tuvo y nos pidió que al año siguiente volviéramos a salir juntos los tres. OMG!

3 comentarios:

Celina dijo...

lo de ustedes, un apostolado...
yo al primer "eso no como" la tiraba del barco...
es que uno descubre a lo largo de la vida que ciertas peronas gozan de quejarse como otros gozamos de otras cosas( sexo, feijoada, ect)
igual, toda mi admiración para lo bueno amigos que son!

AbsoluteM dijo...

Ganas de tirarla tuvimos, como al tercer día. A mi me hizo saltar la cadena cuando arruino el paseo por Rio de janeiro por que tenia migraña y sola no se animaba a regresar al barco. Confieso que le contesté bastante mal.

naty dijo...

cuando van a aprender a irse de vacaciones SOLOS....jajaja