sábado, 26 de septiembre de 2009

Mercedes y Giusseppe

Allá por 1934 vivían en Lima Don Rómulo Avalos y su esposa, Doña Mercedes Vitalli. Habían tenido ya 4 hijos, aunque el varón, Alberto, había fallecido de muy pequeño, por lo que quedaban solo las tres nenas. Un buen día y después de varias peleas conyugales, por algunas aventuras de Rómulo, Doña Mercedes dijo basta!, cargó sus petates, a sus tres hijas y dejó a su marido.

Vivía Doña Mercedes en casa de una de sus hermanas, en Barrios Altos, cuando en la misma cuadra se estableció una familia italiana recién llegada de Europa. Así fue como conoció a uno de los hijos de esta familia, Don Giusseppe Salvatori, un tano bastante fachero.

Si bien Doña Mercedes no se había terminado de divorciar, al conocer a Giusseppe quedo encandilada. Entre ambos el flechazo fue inmediato y comenzó el romance. La familia de Giusseppe no veía con buenos ojos la relación de su vástago con una mujer separada que cargaba con 3 hijas; por lo que trataba por todos los medios a su alcance de impedir que el romance prosperara, pero ya sabemos como son estas cosas, mientras más gente se ponga en contra y escollos aparezcan, más se las ingenian los tórtolos para encontrarse, y en el caso que les cuento, hubieron varios encuentros a escondidas.

Un buen día de 1935, Doña Mercedes le dio una sorprendente noticia a Giusseppe, estaba embarazada. Este, como todo un caballero le prometió casamiento y le solicitó terminara de hacer sus tramites de divorcio. Fue a su casa y le comunicó la noticia a sus padres, los cuales pusieron el grito en el cielo y reclamaron vendetta.

En menos de 15 días, embarcaron de regreso a Giusseppe a Nápoles, le escribieron cartas a los parientes indicando que no bien el muchacho llegara a Italia le consiguieran una novia, joven, bonita y sobretodo virgen, para casarlo.

Doña Mercedes quedó en Lima, sola, con los crespos hechos y con un vástago en camino. Antes que partiera Giusseppe se juraron amor eterno, aunque ambos sabían que tal vez no volverían a verse. Mercedes se encontraba abatida. No solo acababa de perder a su gran amor, sino que cargaba con la certeza de que sería víctima del oprobio de la pacata sociedad limeña de esos tiempos.

La noticia de las desventuras de su ex mujer llegaron a oídos de Don Rómulo, quien acudiendo en auxilio de su esposa, le ofreció que volviera con él, que él reconocería al bebé como propio. Doña Mercedes hizo de tripas corazón y aceptó volver con sus hijas, sus petates y el embarazo a la casa de su marido. Vale aclarar que si bien vivían bajo el mismo techo, entre ambos conyugues nunca volvió a haber contacto sexual, es más, dormirían el resto de sus vidas en habitaciones separadas.

El hijo de Mercedes nació en 1936. mercedes tuvo un bebé de piel blanca y grandes ojos verdes, que contrastaba sus hermanitas de piel mas bien morochitas y ojitos achinados . Para cualquier advenedizo quedaba muy marcada la diferencia entre este muchacho y sus hermanas. Claro, si eran hijos de distinto padre.

Doña Mercedes hacía malabares para afear a su hijo, pero por mas esfuerzo que pusiera, el joven se diferenciaba día a día de sus hermanas mayores. Lo que nunca entendí fue por que a este nene, Mercedes aceptó bautizarlo con el mismo nombre que su esposo, Rómulo. Eso sí que fue un misterio. Sobretodo por que es un nombre bastante feo.

La situación estaba así planteada cuando regresó a Lima Don Giusseppe cuatro años después,al comenzar la guerra en Europa, con su esposa italiana y un hijo y otro en camino, dispuesto a poner una sala de cine. Las hermanas de Mercedes al verlo de vuelta lo contactaron y lo pusieron al tanto de la situación. Así fue como el tano se enteró de la existencia de su hijo natural y pidió ver y hablar con Mercedes, pero ella se negó. Mercedes sabía que no soportaría ver a su amado de vuelta, más aun sabiendo que este se había casado.

Nunca se juntaron a hablar y solo se volvieron a ver cara a cara en dos oportunidades, pero en silencio.

Mercedes sí accedió a que Giusseppe conozca a su hijo y de esta forma el pequeño Rómulo supo la verdad de sus orígenes. Semanalmente iba, al principio llevado por sus hermanas y después por cuenta propia, a la salida de la escuela a visitar a su padre. El tano vio florecer su negocio y terminó siendo propietario de 4 salas de cine en el centro de Lima, cada vez que recibía a su hijo se desvivía por darle regalos, ropa y atenciones.

Un buen día el joven Rómulo le dijo a su verdadero padre que se iba a casar. Giusseppe fue a la iglesia el día de la boda, y recién allí, después de mas de 25 años, a lo lejos vio a Mercedes. Esta se dio cuenta de su presencia pero no se acercó ni se saludaron.

Rómulo hijo siguió visitando a su verdadero padre con frecuencia. Si bien su existencia fue un secreto muy bien guardado que ni su esposa conocía, a escondidas encontró la forma de que Giusseppe conociera también a sus nietos.

Un buen día, Rómulo hijo falleció en un accidente. La noticia le fue comunicada a Giusseppe quien acudió al velorio. Allí saludó a la viuda de su hijo sin que esta supiera quien era ese caballero italiano que le dijo en forma enigmática "su esposo era un hijo para mí" y en esa oportunidad fue la segunda y última vez que se vieron con Mercedes.

Con lágrimas en los ojos por la muerte del secreto hijo común, ambas miradas se cruzaron. Habían pasado casi 40 años desde que vivieron su romance, y entre ellos aún había amor, aunque ambos sabían que tenían esos sentimientos reprimidos.

Tanto Mercedes como Giusseppe fallecieron entre 1985 y 1988, y esta historia me la relató hace algunos años Rómulo Avalos (nieto), quien no solo tiene que soportar llevar ese nombre de viejo, sino que además está imposibilitado de gestionar la ciudadanía italiana y el pasaporte comunitario debido a que no existen papeles que certifiquen su verdadera filiación, a pesar de ser nieto de italiano.

1 comentario:

naty dijo...

muy buena historia de abuelos....
que epocas aquellas