sábado, 29 de noviembre de 2008

Sopapos maternos

Quien no recibió algún sopapo materno, merecido o no. Creo que salvo Adán, todos hemos pasado por ese trance. Viene en el combo cuando naces. mama te da la teta, te cambia el pañal y te da sopapos cuando haces algo mal.

No voy a hablar acá de los sopapos inmerecidos. Que de esos tuve y varios. Quiero referirme a aquellos que me merecí de puro pelotudo. Es decir haré un mea culpa.

Acto 1: Tendría yo 15 y se me había roto mi skateboard, se había partido la base de aleación y con mi hermano tratábamos de componerlo. Se nos ocurrió usar poxi-mix y como mesa de trabajo usamos una mesa ratona del living, la cual era de caoba enchapada Luis XV con marquetería de bronce. Demás esta decir que ni el skateboard ni la mesa quedaron bien. Aprendí dos cosas esa vez, que la aleación de metal no puede pegarse, y que el enchapado con pegamento se hace mierda. Sopapo recibido y castigo obligado.

Acto 2: Era timbero. Mas que timbero, burrero. Me encantaba ir al hipódromo a mis 16, y si podía le apostaba mis pocos soles ahorrados al burro menos favorecido por las apuestas, si ganaba, lo que se llama "un golpe" levantaba plata para toda la cosecha, y si perdía, la perdida era mínima. Así me fue espectacular con asnos montados de nombre: Refinería, Todos Vuelven y Sir Donovan. Pero, mi vieja no quería que me enviciase con el juego (que paradoja, a los años fuimos nosotros los que tratábamos de que no se pase madrugadas enteras frente a las maquinitas del casino), así que me prohibió ir mas de una vez por semana al hipódromo. OK.
Fui el sábado, perdí, y el domingo mentí que me iba al cine, cuando en realidad me fui al hipódromo con mis amigos, obvio. Ese domingo no tenia plata y por hacer algo me dedique a recolectar billetes de apuestas descartados (no ganadores) no se para que realmente. Regreso a casa y esos boletos (que eran unos cartoncitos de color) los había guardado en el bolsillo exterior de mi campera, sin darme cuenta que aun estaban allí. Al llegar a casa, saludo a mi vieja, me pregunta como había estado la película, a lo cual le respondí que haba estado muy buena, y ella, pensando que lo que abultaba mi campera eran cigarrillos, abre ese bolsillo y me descubre, los boletos de apuestas. Para que...? Sopapo hiper merecido y prohibicion total de regresar al hipódromo, salvo para el Derby, logre negociar con ella meses después.

Acto 3: En los 70 no existía el no-frost. Las heladeras hacían hielo. Y uno de mis pasatiempos era sacar el hielo del freezer cuando este ya impedía ingresar alimentos. Con que lo hacia, con un cuchillo obviamente el cual usaba como pica hielo. Estaba en medio de mi expedición cuando el cuchillo se adentra en el hielo, lo traspasa y traspasa el metal. Pfisssssssss sentí. Era el gas de la heladera que se iba. Hasta ese día no me había puesto a pensar como enfriaba una heladera y si tenia o no gas. Bueno, tienen gas y si se pincha el caño, el gas se va y la comida deja de enfriarse.
Sopapo merecido y castigo obligado too.

Acto 4: De tanto en tanto mi vieja compraba cigarrillos importados a granel, es decir varios cartones provistos por algún contrabandista, seguramente. Una vez mi vieja compro cartones de Marlboro Pues bien, al tiempo encontré un paquete de marlboro cerradito y pensando que aun tenia ella varios de la misma familia, se lo saque sin que me descubriera. Era oro en polvo. Guarde el paquete en un compartimento que a mi entender era secreto de una maqueta de un barco a vela que tenia en mi habitación. Mi vieja al rato me pregunto si había visto el paquete en cuestión. No, le dije. Como iba a devolverselo si ya lo había abierto y había saboreado dos o tres cigarrillos? Pues bien, su sexto sentido la trajo a mi habitación y fue derecho al barquito en cuestión, abrió ese compartimiento y aparecieron los puchos, mientras yo buscaba refugio para evitar el sopapo de rigor.

Mi vieja era un poco mano larga, y sus sopapos a veces venían condimentados con un zapatazo volador o un buen cintaso. En oportunidades me sentí muy mal de que ella hubiese sido de esta manera, sobretodo cuando el castigo era inmerecido; pero a la distancia, recuerdo estas oportunidades y entiendo sus sopapos.

Tal vez yo, si tuviese un hijo tan jodido como yo lo fui, ya lo hubiese estrangulado.

1 comentario:

naty dijo...

jaja... eras de terror. me acuerdo que en una oportunidad mi hermano y yo jugabamos en la terraza del tanque de agua a los paleontologos y se nos ocurrio tirar la tapa del tanque y jugar con sus pedasos a que eran restos de huvo de dinosaurios. creo que fue la primera y unica paliza que nos dio mi viejo que ademas estaba preocupado porque alli tambien estaban los cables de alta tencion....