domingo, 28 de diciembre de 2008

Quiero un gatito

Un sábado a la mañana, hace casi 9 años caminábamos con Sergio por la avenida Cabildo cuando pasamos frente a una veterinaria, la cual en vidriera tenia una jaula con gatitos siameses, le pedí que entráramos y los gatitos vinieron a jugar conmigo mientras los miraba. Sacaban las patitas por las rendijas de la jaula como para tocarme y me maullaban. Pregunté el precio, 180 pesos.

Salimos y yo le decía incesantemente a Sergio, "quiero gatito, quiero gatito". Sergio me sacó cagando. Odiaba a los gatos. Uno lo había arañado de chico y desde ahí les tenía aprehensión. Yo no cedí, todos los días le decía "gatito, gatito, gatito". Así lo tuve por dos meses hasta que un día, viene y me dice: "Bueno, tengo una sorpresa... ya está en este mundo, pero falta un tiempo hasta que venga a casa"

Yo me imaginaba que era el gatito, pero por mantener la sorpresa, seguí con mi muletilla diaria de "gatito, gatito"

Resulta que Sergio pasó ese día por una veterinaria de Villa Crespo saliendo de cobrar de una librería, y vio un cartel que ofrecía gatitos siameses. Preguntó y lo enviaron a un departamento a dos cuadras de allí. Entró y se encontró con papa y mama siamés y 7 "ratitas" de dos días de nacidos, los cuales ni pelo tenían. Reservó uno para retirarlo a los 45 días y esa tarde me dio la noticia a medias.

Un viernes a la noche de agosto lo fue a buscar; al entrar en el departamento donde lo había reservado se vio rodeado por 9 gatos, los padres y los 7 gatitos. Sergio por poco se escapa de ahí con las manos vacías, pero no, eligió uno y lo trajo en una cajita de 15 x 10 decorada, con un moño y una tarjeta. Machito le había pedido, pues me habían dicho que las hembras, cuando entran en celo eran insoportables. Cuando lo saque de la caja era tan chiquito, no media 15 centímetros y lloraba el pobrecito. Le vi esos ojos azules profundos, y pensé tiene los ojos azules como Sinatra. Frank lo bauticé en el acto.

Sergio impuso sus reglas. Que no durmiera con nosotros y que ni siquiera se suba a la cama.

Le armamos su habitat en la cocina, la cucha, las piedritas, le dejamos la leche y el alimento y nos fuimos a dormir. Al cerrar la puerta de la habitación lo sentíamos llorar. Esa noche durmió afuera.

A la mañana siguiente lo encontré dormido acurrucadito en el sillón del living, nos seguía a todos lados y Sergio se encariño con él. A la noche, al acostarnos, nuevo llanto. Sergio se levantó, buscó la cucha, la metió en la habitación, puso a Frank en él y le dijo "dormí aca, pero en la cucha".

Diez minutos después de apagar la luz sentíamos la uñitas de Frank escalando el acolchado. Se subió, nos ronroneo, y Sergio le dio la bienvenida tapándolo con una frazadita de mano. Desde esa noche no durmió en otro lugar que no sea a nuestros pies.

Es verdad lo que dicen, las personas no saben apreciar lo cariñoso que es un gato hasta que no tienen uno.

2 comentarios:

naty dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
naty dijo...

hermoso.... pero cuando se enoja Dios te salve.....